Sunday, February 18, 2007

“Los desesperados desaciertos de días perdidos”

Llegue al cuarto y sentí ese sentimiento una vez mas, el de escribir. Ocupaba dejar claro unas ideas con las que había estado jugando últimamente. Claro esta, necesitaba agilizar mis habilidades literarias, ya que en un tiempo, no había acudido a ellas.

“Los desesperados desaciertos de días perdidos”

Por: G2

-Palabra. Lo vi pasar…-

Nota: Este cuento corto que sigue a continuación no posee ninguna relación con lo escrito luego, sin embargo fueron escritos en una sola sesión de escritura. Esto debería de capturar el momento y amarrar un poco los dos relatos.

En un círculo había pasado todas las noches, Daniel había estado. Tratando de encontrar su camino a el destino, o mas bien, el camino que lo dirigiera hacia ella. Ese olor a perfume barato había sido suficiente para hacer a Daniel un animal de la noche. El bailoteo de la noche lo había dejado con un cansancio increíble. Además, de tanto movimiento, había quedado en su cabeza un nombre, Jimena.

Nos encontramos a esta mujer en el medio de los lugares mas inesperados. En una pelea que sucedió en una discoteca, nos encontrábamos a Jimena. Ella siempre estaba presente en todo momento “importante”, o por lo menos, eso parecía. Esa noche, en ese ambiente alcoholizado, cuerpos y notas tocándose, de manera sexual, vivido momento encontré, al ver a Jimena bailando como si nada mas importara en ese momento. También la noto Daniel.

Ahí, en ese momento, fue cuando la perdí de vista, ella decidió unirse a el cuerpo de Daniel. Ahí fue cuando descubrí todo sobre Jimena, le interesaba estar en todo lado, para ver si conseguía alguna emoción. Cuando digo esto me refiero al hecho de sentir una emoción. Concentrarse en el momento y tratar de descifrar que dicen los químicos del cuerpo. Poder leer el cerebro.

Los vi por un tiempo mas, ahí estaban, pegados uno al otro. Ahí fue cuando olio ese perfume. Decía mucho de Jimena debo decir. Ese olor impostor, tratando de imitar una marca como chanelle numero 5 o algo por el estilo. Esta falsedad sin embargo pareció excitar a Daniel, que consideraba emocionante estar tan cerca de una persona falsa, mezclándose con ella.

Luego de todo ese baile, se acercaron los dos a un el bar. Ella de inmediato decidió ordenar una cerveza de la cual no recuerdo, probablemente debió haber sido algo alemán, importado, para tener eso que se llama o se conoce como “clase”. Daniel por el momento necesitaba agua. Eso fue lo que pidió. Sin embargo, para sonar mas moderno e interesante, le grito al muchacho, “Un agua en las rocas por favor”.

Una vez que se mojaron la garganta y se rehidrataron, Daniel tomo la iniciativa de, “irse por ahí a buscar algún lugar para conversar”. Jimena, por supuesto que estaba más que dispuesta a aceptar esta invitación. No había conseguido algún besuqueo en un tiempo y sentía que necesitaba eso de pelea de lenguas.

Caminaron afuera, un rato sin hablar, aquí, jugándola de interesantes. Volvían a ver para el piso, Daniel, manos entre las bolsas, Jimena, aparentando en mandar algún mensaje en su celular. Estaba el cielo completamente estrellado, una bellísima noche, de esas que veríamos cuando se va a la playa. Perfecto, Daniel con chica y Jimena con un chico.

Se sentaron por ahí, eso fue lo que me contaron. Ahí estuvieron conversando un poco acerca de una canción particularmente popular, significativa para los dos y la cultura popular. Creo que fue que Daniel aparentemente empezó a sentirse mal y algo le sucedió.

Si no me equivoco, le salio pelo por todo lado, mientras se revolcaba en el zacate y pegaba gritos. Le crecieron las uñas y se le alargo el hocico. Los gritos se tornaron en unos aullidos sumamente secos y prolongados. Podemos entender que ya para este momento Jimena, pues, había salido corriendo pegando gritos. Ella nunca había visto semejante cosa, estaba presenciando como Daniel se convertía en un animal… un animal de la noche.

Daniel era un hombre lobo. Algo había sucedido una noche que estaba jugando afuera en su jardín con unos amigos. Cuentan que estaban jugando escondido y este decidió irse a esconder lo mas largo posible. Encontró una cueva y espero a que la cuenta se acabara. Se perdió por dos horas. Sus amigos esperaron lo peor. De la nada apareció Daniel después de un rato, su ropa despedazada y con unos rasguños y mordiscos que no se veían muy saludables. Sus padres lo llevaron al hospital y ahí fue visto por varios doctores. Vacunas contra la rabia y toda la cosa. Parecía como si estuviera curado, se equivocaron.

Raramente, cada mes, nuestro hombre tenía estos ataques. Al principio, sus padres, avergonzados que su hijo se hubiera convertido en un anormal, lo encerraban en el sótano. Daniel despedazaba todo lo que podía encontrar. Un día se las arreglo para escaparse. Salio al campo, era un animal. El instinto llamaba, buscaba carne. Pudo conseguirse unas liebres a las cuales les arranco la cabeza con la boca, se bebió la sangre. Daniel ocupaba más. Una vez al mes, cuando el hombre lobo en si mismo despertaba, el se escapaba. Ocupaba estar libre, no bajo arresto domiciliario.

Para cuando Jimena había llegado de vuelta a la fiesta, ya Daniel era un hombre de cuatro patas. Un perro negro enorme que tenia los ojos verduzco amarillos. Esos colmillos salían de su boca, el pelo en su espalda completamente erguido. Pues, que importa que Jimena fuera una mujer bella que usaba perfume de mala calidad. Igualmente tenía buena carne en su cuerpo. Lo suficiente como para calmar esa hambre que hacia su estomago rugir.

Aventada salio del baile, tomo un taxi que la llevo a su apartamento de una habitación. Ahí en el baño se encerró y se acurrucó. Para mantener la calma se puso a escuchar música. Pudo relajarse un poco.

Daniel buscaba, usaba su instinto animal para encontrar a su presa. Aullando hacia el cielo cada momento que veía esa enorme luna plateada. Corrió hasta topar con un edificio. Piso 6, ventana prendida, llegaba ese olor putrefacto de channel no 5 imitado. Con esa habilidad de poder abrir puertas, entro al edificio. Tomo las escaleras hasta allá arriba. Las subió de cuatro patas, sus babas salían de sus labios, mojando todo su pelaje y haciéndolo ver como un gran perro negro con rabia.

Final del pasillo, una vez más, mala luz. De esa puerta verde llegaba ese olor. Corrió hasta el final y empezó a rasgar la madera teñida. Jimena dirige su mirada hacia la puerta del baño, abre sus ojos lo mas abierto posible y pega un alarido. Daniel siente esa adrenalina fluir al botar la delgada puerta. Entra al apartamento, Jimena con las manos en la boca, tratando de no gritar, el se revuelca en los sillones, rompe todo lo que ve. Luz de la puerta del baño se apaga de repente y llama la atención de Daniel.

Pero por supuesto, yo no se lo que paso, yo solo estaba afuera del lugar viendo como pasaba todo desde abajo. Lo que me llamo la atención fue al final, cuando ya estaba dirigiéndome a casa. Una gritadera salia de esa ventana en el piso seis. Que horror, que pereza ser Jimena, limpiar todo ese desastre cuando amanezca.

La Terrible historia”

Relatada informalmente

-1-

Esta es una historia poco común sobre un detective que decidió cometer el gran acto de dejar atrás su pasado y volverse el mejor criminal de la historia. No pensemos en algo de alto perfil, mas bien, en algo de profundidad. ¿Mejor criminal de la historia? Pues si, no robando bancos o secuestrando gente como todos suelen hacer en las películas. Sino robando casinos. Si, esos lugares hediondos donde turistas van a demostrar quien es el de más billete. Esos lugares, ustedes saben de lo que hablo.

Ella, como siempre, deja todo al asar, busca las cosas sin encontrarlas y siempre sigue adelante con el mañana. Lo interesante de este particular enredo es el típico cliché amoroso. Claro, en una historia de estas, moderna y con un buen sentido de la palabra, barata, no podemos esperar algo muy profundo o intelectual.

Adrián era nuestro hombre, detective buscado en más de 20 países. Era el típico oficial, detrás de un escritorio buscando soluciones a crímenes poco interesantes y sin sazón. Un día, decidió que toda esta aburrición no era para el, respirar rápido, nueve en mano, eso era lo que el buscaba en esta profesión. Todos imaginamos que un trabajo como este debería incluir balaceras, peligro y por supuesto, sangre. Pero no es así. Detrás de un escritorio es adonde toda la acción se lleva acabo. Esto fue lo aburrió a este hombre, de patillas largas y barba semi-crecida. Resolver casos era cosa del pasado, en este momento, el buscaba acción.

Roxana es la dama de noche que nos encontraríamos en un bar con muy mala visibilidad. En medio de todo ese humo muerto del cigarro fumado de hace media hora, no la encontraríamos en la barra. Con un puro de esos pequeños medio apagado que seguía echando humo y con un güisqui en las rocas, siempre Roxana estaba, buscando algo que la sacara de estos lugares en donde las almas perdidas y fracasadas llegaban a ahogar sus penas.

Caminando por las calles iban los dos. Separados, al no conocerse. Estos andaban sin peligro, como si el mundo fuera de ellos. El humo de la ciudad se mezclaba con el olor a pescado semi-fresco. Ahí caminaban, sobre la mugre, en esas noches cuando el bar había cerrado o la frustración de no poder resolver el caso se volvía demasiado. Nicotina, el único amor que habían podido descubrir y había sido su fiel compañero por todos estos años, los acompañaba en estas noches de luna y malos olores.

Nada relevante pasaba en la vida de los dos en ese momento, no hasta cuando se conocieron. Para Adrián, significaría el inicio en su carrera como criminal. Para ella, seria su inicio en… pues… todo. Seamos sinceros, Roxana esperaba por algo en ese bar. Completamente se habían ido esos años en el que se sentía esperanza y necesidad de salir adelante, crearse un nombre en esta sociedad tan competida había perdido importancia.

Un día de esos inicio una vez más. Esos que dan pereza de salir de la cama. Todo para enfrentar ese mundo tan rápido. Tecnología, les cuento, nos jode a todos. Roxana, de vuelta al trabajo, Adrián, camino a posicionarse detrás de su escritorio.

¿Como no se va a querer encerrar entre un bar alguien que trabaja sin parar en un centro de fotocopiado? Lleno de luces, gritos desesperados de estudiantes y cortaduras de papel. Por dios, hasta yo entiendo. Llegar cada día a la casa a buscar ese alcohol, para poder desinfectarse las cortadas que ese maldito papel, con olor a tinta le había cometido.

Adrián, como siempre, buscando algo. Cualquier pista o detalle que lo ayudara a encontrar a este asesino. Llevaba años buscándolo, siempre llegaba cerca de atraparlo. Este se le escapa de las manos una vez que parecía morder el anzuelo de su tan planeada trampa. La frustración era producto de todo esto.

Una vez que ese reloj marcaba las cinco había ya pasado el tiempo suficiente como para largarse de esas cuatro paredes y poder salir a relajarse. Roxana tomaba el bus hacia su casa, ahí ella podía arreglarse, maquillarse y luego, salir al mismo bar de siempre. Güisqui en mano, puro en boca.

Adrián, montado en el bus, iba pensando en varios detalles de su turbulenta vida amorosa. Iba viendo por la ventana, mirada fija en la acera. Trataba de comprender la razón por la cual sus relaciones siempre terminaban en estado de ruinas. “¿Será porque vivo estresado?” se decía a si mismo, “Talvez es que soy simplemente muy aburrido… verdaderamente, solo tengo este trabajo, el cual podría nombrar como mi único gran logro hasta el momento”.

Se acerca el bus a una parada, ahí esta ella, con un sombrero muy clásico. Era uno de esos que se veían en el pasado, sexy y a la vez, cosmopolita. Abre las puertas el conductor, ella sube las escaleras. “Novecientos” dice el conductor. Roxana, casualmente le tira las monedas a su mano. Al decir casualmente, me refiero, con cierta suavidad y delicadeza, algo que no se ve muy en día.

En ese momento fue cuando el la noto, alzo su vista y estiro sus brazos en el momento en que ella se montaba al bus. Adrián vuelve a ver hacia delante. Hay una mujer con una vestimenta que denotaba alguna similitud a esos vestidos usados en los años treinta. Caminaba hacia el. El quita la vista una vez que ella hace contacto visual con el. Cierta pena siente adentro de si mismo.

“Mira”, pensó Roxana, al ver que el bus estaba vació y solo se encontraba este tipo, sentado en el medio del autobús. El único pensamiento que surgió en su cabeza fue volverlo a ver, lo cual fue un poco raro, ya que el estaba haciendo la misma acción. “Que pena, el acaba de notar que lo estaba viendo”.En ese momento, su piel, siempre blanca como las nubes, se torno roja, como una manzana. Lo único que se le ocurrió fue caminar al final del pasillo, sentarse en los asientos de atrás. Esto para poder ojear al tipo solitario que se había convertido en su compañero anónimo de bus.

El volvía a ver para adelante, sentía que lo estaban viendo y analizando. Un detective como el, de buena calidad, podía sentir esto. Muchos años atrás, siendo mas joven, el tenia un trabajo que le ayudo a desarrollar esta habilidad. Pero, no nos desviemos de la historia, cuentos como ese, del pasado, son para después. El detective estaba ansioso. Sentía como lo acosaban. De repente, el chofer volvió a ver para atrás, pego un grito, “¡No se puede fumar aquí adentro mujer!” Roxana había abierto la ventana, ocupaba un poco de nicotina. Se encendió uno de sus puros de señora. Esta escena por supuesto llamo la atención en Adrián.

“No hay nadie en el bus y probablemente no habrá nadie mas que nosotros tres hoy” respondió con calma ella. Adrián al oír esto, le dice al chofer, “Caballero, a mi no me molesta en lo mas mínimo el olor a tabaco.” Claro, este chofer había estado varios años en el trabajo y no iba a soportar semejante necedad. Freno el bus en seco y le dijo claramente a los dos “No se fuma aquí y punto.” Roxana respira hondo mientras apaga el cigarro con la suela de uno de sus tacones rojos. Adrián ve la acción y rápidamente dirige su mirada hacia el piso una vez que ve que la mujer alza sus ojos hacia su dirección.

Acercándose su parada, Roxana decide ponerse de pie, toca el timbre. La luz roja del indicador se prende y el chofer baja la velocidad. Caminando hacia la puerta, saca una tarjeta, el cual algún abogado idiota le había dado en una de esas largas conversadas en el mugroso bar y un lapicero de su cartera. Rápidamente raya un número de teléfono atrás y un nombre. Al pasar al lado de Adrián, ella instintivamente sujeta la tarjeta entre su dedo índice y cordal.

Al ver semejante acción de la muchacha, Adrián la vuelve a ver hacia su cara. Obviamente, ella veía hacia el frente, concentrada en su parada. Trata de comportarse como si fuera todos los días que comete semejante acción. Rápidamente, el toma la tarjeta. Ella baja del bus, enciende otro puro y empieza a caminar. El bus arranca y la deja atrás.

Adrián vuelve a ver para afuera y se ríe nerviosamente. Al ver la tarjeta se queda idiotizado. Dice “Humberto Orozco, abogado’’ y un numero. “Que raro” piensa nuestro detective. Un poco decepcionado deja caer la tarjeta. Esta da vuelta y cae boca abajo en el piso. Esta dice, “Roxana 974-3228” El dirige sus ojos hacia el piso, ve el pedazo de papel y se tranquiliza, agarra la tarjeta y la guarda en la bolsa de su chaqueta.

-2-

Se que debe continuar, sin embargo, siento que no debo relatarlo todavía.


(Foto tomada desde cuarto #624, rapidamente, tarde clara, nieve alrededor)

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Si, foto sumamente simple. Sin embargo, estas chimeneas son parte de mi vida diaria. Veo desde mi ventana, ahi estan siempre, inertes. Escupiendo ese vapor blanco sin parar. Admiro esa pasion sin vida que tienen.


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