Me encontraba en Heredia un martes en la noche, con mi amigo Gabo. Gabo era este chiquillo, 4 años menor que yo. Estaba aprendiendo a escribir, yo como un buen amigo le pase un poco de lectura. Empecé con Bukowski, algo simple honesto y veraz. Pero bueno, nos dirigimos para este barcillo que no me acuerdo el nombre. Íbamos a ver a un tal Luis Ga tocar canciones populares, de esas que todo cantan cuando están bien alcoholizados. Ya con los seis meses cumplidos de dejar el trago y otras atrocidades, me pedí un buen te frío. Ahí me comí un poco de pollo. Estábamos con unos amigos, una chica que conocía desde que tenia cinco años y el afamado Greña, conocido así por sus loqueras en la barra del equipo de la Liga Deportiva Alajuelense.
Empecé a cantar y pegar gritos como un idiota. Era necesario, sentía esa necedad, de cantar canciones que no me sabia y hacer coros a como me saliera. El Luis Ga tocaba como cualquier otro individuo en cualquier bar latinoamericano. Estuve dándole parejo a los te fríos y a los gritos por varias horas. De la nada se me acerca el mesero y me dice, “joven, hay por ahí una chica que lo quiere invitar a un trago”. “Si, mire caballero tráigame un te frío y mándemele uno de esos tes a la chica tan dadivosa” –Así le dije, con casualidad y ya. ¿Será que existe un código de meseros de bar, que no pueden decir quien m ando el trago? No me entere quien me lo mando y no supe nada mas del asunto.
Estaba tan movida la música de Luis Ga que le di la mano a la amiga de toda la vida y me tire a pista. Me la baile como pude, estaba un poco herrumbrado, sin embargo fue posible tirar un poco de vueltillas y movidas. Ahí le dimos al bailongo, rápido y conciso. Una pareja de jóvenes se nos quedaba viendo y se morían de la risa.
Contadas las doce y media nos fuimos de ahí. Luis Ga se despidió, el bar se lleno de puro humo de cigarro y mi colega Gabo y yo nos montamos de vuelta en el carro y dimos por finalizada la noche.
El jueves me encontraba en clase de publicidad. De saco y corbata, presentando un nose que de publicidad. Nada trascendental, solo la típica presentación de media hora adonde la seriedad y la madurez se enfatizaban. Acabamos la presentación y nos sentamos todos de vuelta en nuestros pupitres. Unas presentaciones mas adelante las chicas que presentaron nos dieron unas paletillas para chupar mientras ellas presentaban. Estuve dándole y dándole al dulce. En una de esas le metí un mordisco. Había una chica con pelo largo como a dos metros al lado mío. Se me ocurrió escupir lo pedazos del chicloso dulce. Le cayo un pedazo en su pelo. Muertos de risa todos, vimos como unos minutos después se hizo una trenza en su pelo. Genial, se le hizo un pegoste toda la cochinada… ese evento nos hizo el día. Greña estaba por ahí, muerto de risa ante mi perpetua inmadurez y mi ingenuidad estupida.
El viernes fuimos Daniel Costura y yo a ver un grupo de nuestro amigo de hace años ensayar con su grupo de punk llamado La Raspa. Estaba interesante, ahí estuve haciendo coros en el ensayo mientras Victillor me regañaba por no cantar en la misma nota que el. Al grupo le faltaban ensayos de más. En una de esas Victillor se frustro, le pego una regañada a los miembros de su grupo nuevo tiro el bajo por ahí y se fue para afuera. Que frustración, pobres muchachos. Victillor era el típico nazi de grupo, el cual quería que sonara su música así y aza. A veces no se puede, ya que las melodías que este escucha solo se entienden y suenan en su cabeza.
Finalizado el ensayo monte a Victillor al carro. Le puse un poquitico de música, a el le pareció interesante, dijo que tenia que pasarle música. “Con mucho gusto” – Le dije. Nos dirigíamos para un concierto adonde varios grupillos de rock estarían tocando canciones de Los Ramones. Nada mal, iba con mi jacket ramonera y mis pantalones apretados. Llegamos al lugar, dos mil pesos en la entrada. Antes de empezar el concierto orine bastante porque iba a cantar una canción con Los Cuchillos. Había que orinar… ¡Había que! Los Cuchillos empezaron por ahí de la nueve y media. Ahí apareció Tilio Pidgin, siempre serio, con su camisa de Los Queers. Cuando me tocaba la canción que tenia que cantar subí de un brinco al escenario y a pegar buen pulmón. Ahí entone las letras de Joey Ramone como si no hubiera mañana. Me equivoque por ahí del medio de la canción y creo que solo Fabro, el batero de Los Cuchillos se dio cuenta.
Me baje del escenario y seguí pegando los tantos merecidos gritos. Estaba alzando el puño y pegando brincos de arriba para abajo, a lo puro punk de los setentas, haciendo el pogo. Toco Adaptados y yo casi me vuelvo loco, abrase a un extraño a la par mía. Otro carajillo se subió al escenario, pego un vuelo, tratando de hacer un crowd surf. Nadie lo atajo. Callo de cabeza al piso. Lo levante. Resulto ser un muchachillo de 17 años. Ahí hablamos un poco sobre los grupos. Le conté sobre mis aventuras de La Salamandra, aquel hueco en la pared en Moravia adonde pegue gritos años atrás. Luego toco UFO, llevaba como un año de no verlos en vivo. Me monte en un parlante, y con el puño en alto entone las letras de Alucinar,
“…Hoy sentado en el bar del viejo Ben, estoy pensando en como cambian las cosas!”
Seguí en el concierto, el cual se estaba tornando en una pura sopa de sudor, humo de cigarro, confites regados por todo lado. Maje un chicle y me lo quite con la mano. Lo deje pegado en el escenario y me metí en el moshpit. Ahí estuve empujando a aquellos que se me querían venir encima. Me tope con el afamado Arnoldo, el guitarrista de Los Cuchillos. Hablamos un poquillo de querer tocar en una banda Ramonera. “Mae tocamos todo para abajo y solo tocamos tres acordes” A mi se me abrieron los ojos y me sentí como u niño al oír a este amigo ofrecerme la oportunidad de tocar.
La noche acabo pronto, estaba con dolor de espalda de tanto brinco, un poco afónico y con ganas de echarme un buen vaso de agua. Ahí caminando para el parqueo me tope con un mago callejero el cual me dejo perplejo con un buen truco de magia. Conocí a un polaco canadiense el cual había estado encerrado en San Sebastian. Resulto que el mago callejero también había pasado tiempo en la misma cárcel. Este estuvo ahí por querer asaltar una venta de pollo asado. Le metieron un balazo el cual todavía lo tenía incrustado en su pierna. Buenos momentos. Me monte en el carro, llegue a mi casa, hable con el Nicolás sobre las posibilidades de grabarle un grupo. Ahí estuvimos conversando ya pasadas las 2 AM de cómo usar escaleras, muchos cables y buenos micrófonos para grabar a su grupo.
Se vino el sábado en la noche. Pase a recoger a mi colega, el Gabo. Resulto que cumplía años Daniel Costura. Nos fuimos a celebrarle a un barcillo que estaba en Barrio Lujan. El lugar estaba vacío, con excepción de una pareja y la mesa adonde estaban sentados todos los personajes que conocí en mi adolescencia tardía. Ahí estaba el Fo con su nueva novia, una chiquilla atractiva, Daniel Costura con su novia Adriana, la cual me sonrío cuando la salude. Estaba Albi y Lores que andan juntos. También estaba la Felicia, sentada en una silla. Nos tomamos unas buenas fotos adonde hicimos caras de interesantes. Ocupaba ir al baño para descargar. Me metí al baño de mujeres porque el baño de hombres no tenia tapa. El escusado tenía un colchón. Demasiado kitsch y poco agradable. Volví a sentarme a la mesa adonde estaban todos estos viejos amigos. Ahí le conté al Fo sobre la publicación de mi libro, sobre un posible café que quería abrir. Estuvimos conversando un poco y contadas las once de la noche despegamos mi colega y yo.
Agarramos directo al culo del mundo en Heredia. Subiendo y subiendo para la montaña. Cumplía mi amigo David. Fuimos a dar a quien sabe donde. Preguntando a todos los que nos encontramos en la calle, diciéndoles “amigo” y “jefe”. Dimos con el lugar en cual había otro grupo de música de esos que solo hay en Latinoamérica. Genérico y bien producido para hacer bailar a los alcoholizados y a todos aquellos que quieran coger unas horas después. Ahí estuve pegando gritos una vez mas, a David y a sus amigos les dio pena mi idiotez… Nos tomamos más fotos. Le mente la madre a David por hacer su fiesta de cumpleaños tan largo de la metrópolis de la gran área metropolitana. El lugar estaba escondido en la montaña. Me pedí dos cócteles sin licor que estaban asquerosos. Me queje porque no traían la cuenta y pague por esa cochinada de aguas con sabores que luego en el viaje de vuelta me dieron ganas de vomitar. De vuelta en carro puse mas Charlie Parker. Empezó a llover y Gabo estaba tranquilo como siempre. “Es que es un escritor en proceso de creación” le dije a todo el mundo cuando se los presente. Lo deje en su casa, le metí 145 Km. al carro en la autopista, la cual estaba vacía y llegue en un santiamén a escribir todo esto. Sigo escuchando Jazz, para darle el toque a la situación, sufriendo una vez más de un leve dolor de espalda. Tengo un congo encaramado en los hombros y me caen gotas de sudor por escribir tan rápido. Buenas noches.
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