“De fijo,” eso fue lo que dijo ella.
Por lo menos eso fue lo que entendí. Detestaba cuando comía hielo, porque sonaba durísimo ese estruendo de hueso contra agua congelada. Me molestaba demasiado. Yo tenia unos oídos sumamente sensibles, podía escuchar una montaña respirar desde kilómetros a distancia. Pero bueno, yo solía creerle todo lo que le salía de su boca. No se muy bien si era realidad o mentira.
En ese momento nada importaba, porque me estaba dando cuenta que mis días en este planeta estaban contados. Me habían invitado a salir disparado en un cohete con rumbo hacia el sol. Había salido positivo en un sorteo que se genero entre todos los habitantes de la tierra, adonde los ganadores tendrían un viaje de ida hacia el centro del sol, aquí obtendrían una casa grande, con piscina incluida. No entendía muy bien como seria el viaje pero si tenia seguro que llevaría conmigo bastante bloqueador solar.
Cuando ella me dijo ese detestado “de fijo” yo quise pensar en todos los que murieron por un simple desamor o por el detestable mal del cólera que estaba azotando Haití.
Tenia que dejar esta conversación y prepararme para irme en esta travesía. La idea era volver con un buen bronceado. Así ella posiblemente pararía de comer hielo y yo pasaría a ser el David Hasselhoff sin problemas de alcoholismo. Lo había dejado a la suerte, porque uno nuca sabe con estas cosas de viajes espaciales, a fin de cuentas sería un turista mas en el sol (este lugar para vacacionar se puso de moda desde hacía tres décadas).
Si yo no tenía nada que envidiarle a los demás terrícolas, a pesar de todo era otro ser humano que comía cosas que algún día estuvieron con vida. No entendía como algunas personas se consideraban regalos de dios al mundo ni tampoco comprendía porque las fronteras nos dividían y nos hacían sentirnos diferentes, como si fuéramos alienígenas.
Solo ella entendía todas estas cosas. Porque así era la cosa. Yo con costos podía armar un rompecabezas, detestaba esos trozos de cartón con formas incongruentes. Es por eso que me habían escogido en ir a este viaje hacía el sol. Mi marcado coeficiente intelectual no daba para mucho (es aquí cuando me preguntaba si habrá sido suerte o algo mas que eso el sorteo intergaláctico). Si abrir una lata de atún se me hacia un mundo. No puedo con ese tecnicismo. Nunca pude.
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